Esperar en un día de lluvia

16.04.2020

El agua que cae con fuerza alimenta  el paisaje... en los días de lluvia el reloj corre más lento y alimenta  la desazón del que aguarda, mientras ve caer las gotas desde la ventana. 

Los días lluviosos se parecen a la espera porque son interiores. Como este momento en el que el tiempo se está tomando un tiempo
Los días lluviosos se parecen a la espera porque son interiores. Como este momento en el que el tiempo se está tomando un tiempo

Esperar... Hace años oí la historia de unos soldados y policías que contaban que lo más difícil del conflicto no eran los combates sino la espera. A veces a la estación les llegaban noticias de que la guerrilla venía a atacarlos o a tomarse un pueblo, pero su llegada podía demorar horas, días, semanas... esa espera, esa incertidumbre que los mantenía muchas noches en vela, se les hacía insoportable y la recordaban como una de las cosas más cruentas de la guerra. Algunos, literalmente, se cagaban del susto.

Esa anécdota que representa uno de los tantos asuntos silenciados del conflicto, se quedó en mi cabeza por años... hasta que decidí poner la espera como tema central de la clase de crónica y reportaje que dictaba en la universidad. El relato de los soldados y policías fue el punto de inicio.

De ese semestre recuerdo algunas historias muy buenas... eran tiempos de sequía y una estudiante detalló la ansiedad con la que un ganadero esperaba el agua mientras veían agonizar a sus vacas. La falta de lluvia terminó obligándolo a usar el espiche, que es el residuo que queda de hacer el queso, para volvérselo a dar al ganado a cambio del líquido. La historia se detenía en los pastos, en los largos caminos que recorría el ganadero y en las tantas veces que miraba al cielo esperando una gota que demoraba.

Otra historia salió de una escena que una vez vi en la iglesia del barrio donde vivía en Cartagena. Había una novia en la puerta. Ella esperaba a que terminara el matrimonio anterior. A partir de esa imagen, una estudiante se reporteó una crónica entre divertida y trágica sobre los arrumes matrimoniales que había cada sábado en la ciudad, convertida en escenario de moda para uniones de lujo y fotografías de revistas de sociedad. El cura que entrevistó le contó que él hacía firmar un acta a los novios en la que ellos aceptaban que, si llegaban 10 o 15 minutos tarde, se cancelaba la boda y se pasaba al siguiente turno. La historia iba intercalada con la voz de un novio que estuvo a punto de quedarse vestido en la puerta.

Otro estudiante describió la espera en un sala de urgencias colapsada. Amotinados, los pacientes habían terminado de puertas afuera llorando sus dolores bajo el sol... una historia muy propia de estos tiempos.

La espera es un tema fascinante porque es interior y se puede explorar a partir de imágenes como sudores o frío. Es, como decía Cortázar sobre el reloj, "un calabozo de aire", que está ligado a la incertidumbre, a la angustia y a la ansiedad. La espera es el tiempo psicológico que hace de los segundos horas eternas, es el marcar desacompasado y sin consideración de las manecillas que no avanzan.

A puerta cerrada, este es el momento de la espera. Esperamos que se abran las puertas, esperamos que las babas cojan peso y dejen de volar o que en su vuelo ya no sean amenaza; esperamos abrazar a los seres queridos, esperamos la recuperación de los enfermos o el paso fúnebre de los abatidos. Esperamos que en el esperar no se nos vaya la esperanza.

Hoy es un día lluvioso y se siente extraño. Con el frío y la humedad mis dolores de espalda se concentran; también lo hace la desazón. Miro por la ventana y veo caer el agua. Aquí la lluvia no se ha hecho esperar. Sin embargo, espero, como lo hacemos todos, en medio de la incertidumbre. Espero con el propósito de mantener la calma.

Me llega un paquete de maní. Me lo acerco para abrirlo con los dientes, como lo he hecho siempre, pero me detengo en pánico... espero que no haya pasado por malas manos. El maní entra en sospecha. Espero para abrirlo. Ya no sé cómo aproximarme al mundo...

Espero que el virus se detenga fuera de mi casa. Espero que pase el tiempo y que podamos pasar de la puerta para rehacer la vida. Espero que, del otro lado de la ventana, más allá de las coronas, podamos respirar profundo y seguir caminando. Espero.  

Texto y foto: María Clara Valencia.    

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