Los pichones han salido del cascarón

05.05.2021
Mamá y papá torcaza, por turnos, alimentan y cuidan bajo sus alas a los bebés.
Mamá y papá torcaza, por turnos, alimentan y cuidan bajo sus alas a los bebés.

Los jóvenes intentan levantar vuelo llenos de entusiasmo y también de indignación. Cantan por las calles exigiendo un mejor mañana. 

Las calles están revueltas. Hoy se cumplen 8 días desde que empezó un nuevo paro nacional que ha destapado el descontento generalizado ante la violencia, la pobreza, la injusticia, la corrupción y el desempleo crecientes. 21 millón de personas viven en la pobreza en Colombia, según las últimas cifras del DANE. Eso es casi la mitad del país. De modo que el desespero ha sacado a la gente a las calles a protestar pese a que estamos en medio de un nuevo pico de la pandemia. 94,3% de ocupación en las unidades de cuidados intensivos, dicen las estadísticas de Bogotá hoy.

Las imágenes en las calles son aterradoras: La violencia expandida, la policía contra la gente, la gente contra la policía, el ejército en las ciudades... se escupe odio de un lado y del otro, la comunidad internacional empieza a manifestarse frente a lo que está pasando en el país. El mundo mira a Colombia. Tengo miedo. He decidido permanecer adentro. De verdad tengo miedo.

Mientras afuera el mundo arde, en mi ventana ha nacido un pichón de torcaza. Sacó el pico ayer de un huevo que amaneció agujereado después de 14 días de calor entre pajas y alas. Sacó la mitad del cuerpo protegido bajo el abrigo de papá que había recibido el turno a primera hora de la mañana y poco a poco empezó a mover unas alitas desplumadas y frágiles. Papá lo alimentó con el pico mientras el pichón mantenía mitad del cuerpo aun en el caparazón. Demoró un rato en salir del todo.

Las palomas tienen la particularidad de alimentar a sus pichones los primeros días con leche de buche, un líquido que acumulan dos días antes de que eclosionen los huevos y que está cargado de proteínas y lípidos. Tanto mamá como papá dan leche de buche, por turnos. Él hace turnos de 7 horas, mañana y tarde. A ella le corresponden 17 horas entre la tarde y la noche, hasta el amanecer.

Al lado del primer bebé, un pichón más rompe el cascarón y nace mientras escribo estas letras. Los tiempos son exactos: la pajarita demoró dos días entre poner un huevo y el otro, en ese mismo orden nacieron.

Afuera otros pichones gritan, levantan las alas y la voz... cantan y lanzan arengas reclamando justicia, educación y paz. Son hijos de otras madres y padres, saliendo a las calles llenos descontento y angustia, también llenos de entusiasmo. Esos pichones también han roto ya el cascarón para pronunciarse sobre lo que es injusto, para hacerse oír en un país que se ha hecho el sordo. Lo que piden es estudio y trabajo de calidad; piden que los saquen de las calles donde muchos pasan las horas sin hacer nada por falta de oportunidades. La población desempleada en Colombia para marzo de este año 2021 fue de 3,4 millones de personas, lo que significa un incremento de 468.000 personas más frente a marzo de 2020, informó el DANE.

De ese vuelo de reclamos algunos regresan con la visión limitada porque les han arrancado los ojos a balazos, otros vuelven heridos en la cabeza y las piernas. Las madres sufren mientras los esperan en el nido.... Muchos no regresan, caen en el camino silenciados por las balas. Con armas quieren callarlos, pero entre más disparos se lanzan más crecen la rabia y los motivos para salir a marchar.

Al final de la tarde salen las fuerzas oscuras. Las ilegales y las que se cobijan en la "legalidad" para cargar fusiles y disparar sobre la gente. La irracionalidad se va tomando las ciudades. Civiles y policías se convierten en enemigos, ambos pierden los límites y se lanzan a una lucha salvaje y sangrienta de tiros a oscuras, piedras y gente quemada... pero quienes se enfrentan son los mismos, vienen de los mismos barrios, son pichones de cunas parecidas. Lo que sucede es un circo macabro de pobres contra pobres incendiándose. Las mamás de todos los esperan en casa y hacen fuerza porque regresen a salvo al nido. Enemigos... eso nada significa a menos que medien las balas y no un par de cervezas en las esquinas a las que todos van los domingos.

Los dos pequeños comen del pico mientras a un lado reposa el último huevo, partido ya en dos. Dentro se ven delgadas líneas rojas como venas expuestas que recuerdan una ruptura reciente y yace en el fondo una bolsita desinflada que alguna vez guardó a un bebé. El papá muerde el cascarón y al rato ella llega a recibir el turno, pero antes de hacerlo  le da algunos picotazos adicionales y se lo lleva. La vida sigue sin mirar atrás. Pocos minutos después regresa y queda a cargo, bajo la lluvia, protegiendo con su cuerpo a los bebés.

Algo parecido querrían hacer muchas madres y padres por estos días... hacer de sus cuerpos un abrigo protector de lluvias y de balas para resguardar a los pequeños, pero el nido ya no es suficiente, los pichones quieren salir a volar y quieren hacerse oír porque el futuro no está entre esas pajas sino afuera y ellos reclaman un camino, esperanza, oportunidades, justicia allá donde la vida los espera.

Pero encima de los pichones vuelan helicópteros del ejército y de la policía que buscan detener sus alas amedrentándolos y encima de esos helicópteros vuelan otros: políticos poderosos, sentados en cómodos sillones ordenando masacres vía Twitter, legitimando el uso de la fuerza mientras toman whisky. Hay políticos de distintos bandos aprovechando el momento para hacer política sin que importen los muertos, aunque ya no sumen votos en las próximas elecciones...  si son menores de edad, pues tampoco iban a votar. Los que caen son los jóvenes, pichones que apenas están saliendo del nido.

Sobrevuela la fuerza pública, se escuchan las hélices raspando el techo, tiros a lo lejos. Unos niños juegan en bicicleta por el parque. Tengo miedo. 

Por turnos... por turnos cuidan ella y él a sus pequeños (17/7), por turnos también salen a la calle, los primeros pichones alegres, artísticos y musicales; los segundos, gente vestida de goleros, de chulos armados bajo cascos y máscaras; también salen otros en bandada cubiertos de tapabocas listos a destruir todo a su paso. El turno siguiente le corresponde a la confrontación... se silencian los tambores y suenan los petardos, el recorrido veloz de los gases lacrimógenos, las balas, las sirenas... y ruedan ya no los brindis, la chicha compartida de los manifestantes, el canelazo de la hoguera central sino la sangre.

Los pichones están afuera, es responsabilidad del estado cuidarlos, garantizar que regresen con vida... esos que marchan y esos que cuidan. Ambos.

Mamá torcaza cierra los ojos a mi lado, los pequeños duermen debajo ya hartos de leche de buche. Los otros pichones que están afuera, víctimas de un país corrupto  y violento que los empobrece, salieron a exigir su comida.

Texto y foto: María Clara Valencia.

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