Aprender como los niños

14.04.2020

La quietud de este momento nos permite recordar lo que hemos sido y soñar con las lecciones que nos harán otros una vez se abran de nuevo las puertas. 

Los parques, hoy abandonados, nos recuerdan la importancia del aprendizaje y del disfrute
Los parques, hoy abandonados, nos recuerdan la importancia del aprendizaje y del disfrute


Mi papá es un niño que nunca creció. Tiene 74 años y conserva intactos el espíritu juguetón de los pequeños y las ganas de aprender. Es un referente en mi vida. Principalmente en estos días en los que todo es distinto y que tenemos que reaprender y reaprendernos para poder continuar en calma. Un solo noticiero al día basta para perderla.

Mi papá anda nervioso. Las noticias le ponen los ánimos y las paranoias de punta. Atorarse en medio de las noticias es como cometer un pecado mortal que él castiga con frases inquisitorias. Yo lo tomo con relativa calma porque sé que es un reflejo del miedo. Todos lo tenemos. Pero la opción es quedarse temblando al lado de las noticias todo el día o aprovechar este tiempo para aprender y olvidar las babas voladoras. Él está estudiando alemán en línea con disciplina de atleta. Hace exámenes todos los días y ya no es extraño encontrarlo insultando a la pantalla porque le puso mala nota. "No entiendo nada, pero es muy divertido", nos dijo hoy. Su motivación es estar conectado con los intereses de sus nietos que ahora se educan en alemán.

Yo intento aprender de su entusiasmo, aunque mi mayor aprendizaje en estos días no es ningún idioma sino los intríngulis de mi propio cuerpo. Estoy aprendiendo a conversar en nuevos lenguajes con una espalda que responde, a veces. Estoy aprendiendo a aceptar el dolor y a resolverlo paso a paso, estiramiento por estiramiento. Hago clases en línea y descubro los movimientos que no puedo hacer, los saltos que debo eliminar de mi rutina y las condiciones específicas de mi espalda. Estoy descubriéndome entre masajes y posturas. Con un cuerpo aleccionador, el Covid 19, de puertas afuera, ha pasado a un segundo plano.

También estoy aprendiendo a escribir a diario. Desde que dejé hace años el periódico en el que acumulaba decenas de historias semanales, decidí que lo mío era la escritura más pausada, los reportajes de semanas que requieren horas extensas de lectura e investigación. Pero el ejercicio de escribir a diario desde lo íntimo es distinto, porque es una exploración hacia adentro, creada a partir de notas de media noche, ideas sueltas, recuerdos y observación interior. Es un entrenamiento de pensamiento y dedos como el que hacen por estos días los deportistas de alto rendimiento desde casa.

En un ejercicio de periodismo colaborativo, también he grabado algunas notas para radio que ya empezaron a circular por un par de emisoras en África... siempre soñé con hacer radio y ahora converso con mi grabadora desde casa. Sin saber cómo se hace... solo estoy aprendiendo.

La capacidad y las ganas de aprender de mi papá siempre me han  fascinado. Él es un niño de 74 que se declara admirador de Mr. Black. Incluso guarda una foto que se tomó el año pasado cuando lo encontró en un aeropuerto. Aparecen abrazados él, su mujer, mi papá y mi mamá.

Aprender lo llena de vida. También caminar por el monte, que es lo que ha hecho por más de 50 años de vida profesional y que le permite seguir viviendo como un niño explorador. 

Aprender también me llena de vida a mí, que he decidido aprovechar el confinamiento para aprender a escuchar a un cuerpo conversador y para reflexionar. Así el confinamiento se hace interesante y pasa ligero, desde la ventana.

Texto y foto: María Clara Valencia. 

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