Te cuento

Fernandito Botero quiere ser pintor


¿Alguna vez se han preguntado qué les gustaría ser cuando sean grandes?

Yo cuando era así como ustedes alguna vez dije que quería ser bailarina, se imaginan pasarse la vida… cha cha cha cha cha! O bailando ballet, o mapalé… pero luego desistí, tanto movimiento, tanta surundeo de aquí para allá no es para mí.

Cuando decidí que ya no quería ser más bailarina dije que quería ser doctora y curar a todos los niños que estuvieran enfermos. Luego dije que iba a ser veterinaria, para curar a todos los animales; luego dije que iba a ser abogada, luego vendedora, luego cantante, se imaginan tralalalala, pero mi voz no es tan bonita. Así que dije, mejor no. Lo cierto es que pasé por muchas profesiones antes de decidirme a hacer lo que hago ahora, escribir y contar cuentos para niños. Pero antes de decidir eso, pensé en ser muchas, pero muchas cosas.

¿Y ustedes qué? Por ejemplo tu, ¿ya has pensado qué quiere ser cuando seas grande? ¿A qué te gusta jugar?

Bueno, pues a diferencia de mí, que pensé en hacer muchas cosas antes de decidirme a escribir, hubo un niño que se llamaba Fernando Botero. ¿Alguien ha oído hablar de él? Es un señor muy importante. Él, desde chiquitico, así como están ustedes, decidió qué quería ser y un día le dijo la su mamá:

Mamá, yo voy a ser pintor.

La mamá le sonrió y le hizo un cariñito (si mijito, cómo no), y ella por la noche le dijo a papá, que se llamaba David: - ¿Puedes creerlo? Este niño Fernandito anda con el embeleco de que quiere ser pintor. ¿Te imaginas? y soltó una carcajada. En lugar de ser ingeniero, profesor o abogado, pero dizque quiere ser pintor. ¿Cuánto le durará esa idea?… Pero el niño Fernandito estaba decidido, iba a ser pintor.

Empezó como todos los niños, haciendo círculos, luego líneas, luego círculos con líneas… cuadrados…

Más tarde empezó a pintar paisajes. Pintó la entrada de su casa, la escalera y la calle a la que iban todos sus amigos a jugar.

Un día el tío Joaquín lo llevó a los toros y le enseñó como capotear, también le enseñó que cuando el torero hace un buen pase Todo el público gritaba…. ¡Oleee!! Y luego cuando el torero hace otro pase el público gritaba: ¡Oleeee! Y si hace un pase más, gritan de nuevo… ¡Oleee!

Cuando llegó a la casa, luego de conocer la plaza de toros, se fue corriendo a su cuarto y… a que no adivinan qué hizo…. Se puso a pintar lo que había visto. Recuerden que él le dijo a su mamá. Mamá, cuando sea grande quiero ser… pintor, y si, así creó algunos de sus primeros dibujos.

Y no le quedaron mal, por eso se dedicó a ir todos los domingos a la plaza de toros y cuando salía iba a su casa a pintar. Así vendió sus primeros cuadros. Pintaba en la casa e iba los domingos a la plaza de toros de Medellín a vender. ¿Saben en cuánto vendió sus primeros cuadros? Sólo en dos pesos. ¿Se imaginan? ¿Qué se puede comprar con dos pesos? Pero así fueron sus primeras ventas.

Un día, el dueño del periódico de Medellín que se llama El Colombiano vio sus obras y le pareció tan talentoso que decidió contratarlo para que le hiciera los dibujos. Así, Fernandito pudo pagar buena parte de su colegio. Su familia no tenía mucho dinero así que él tuvo que ayudar a pagar sus estudios.

Pero la mamá, doña Flor, insistía, ¿pueden creerlo? Este niño sigue con el embeleco de que quiere ser pintor… ¿Cuándo se le irá a quitar?

Pero Fernandito estaba convencido, él iba a ser pintor. Y así empezó a pintar todos los días. Por la mañana, por la tarde y por la noche, siempre pintando.

En el colegio, cuando se aburría se ponía a pintar y así hizo todo tipo de caricaturas de sus amigos de clase y también de los profesores… Todos querían ver sus dibujos. Que este tiene el pelo muy largo, que el otro es más gordito, que este más flaquito, que a este otro se le cayó un diente.. y así iba sacando caricaturas de cada uno.

Fernandito tenía una vecina que era gordita, bastante gordita. Ella, Sofía, vivía enamorada de Fernandito, pero él por pasársela pintando nunca se había fijado en ella. Ella pasaba por el frente de su casa y se paraba en la ventana a ver si la miraba, pero como Fernandito siempre estaba pintando ni la notaba.

Un día Sofía decidió que él la iba a voltear a mirar como fuera y como él sólo miraba las pinturas, ella decidió que se iba a meter en un cuadro para que la viera… y así lo hizo. Con un truquito mágico que nunca ha querido revelar... (y yo le pregunté, créanme, varias veces, pero nada) Dijo las palabras mágicas y zuuuuut, en un segundo cuando Fernandito se volteó a tomar un vaso con agua… chumbulún, se le metió en el cuadro que estaba pintando. El estaba pintando la ventana y cuando se volteó a mirar de nuevo el cuadro…

Pegó un brinco ¿pero qué es esto? Se preguntó ¿de donde ha salido esta mujer?

Pero ella se quedó, ahí quietecita en la pintura y sin decir ni una palabra.

Entonces Fernandito empezó a mirarla de un lado y de otro, primero con un poco de susto, luego con curiosidad, luego se empezó a dar cuenta de lo bonita que era esa mujer tan gordita y tan linda. No había duda, esa mañana la mujer había desayunado bien y él se quedó mirándola fascinado y ya no pudo dejarla de mirar más. Le pareció tan… bonita que se enamoró de ella y desde ese momento dijo: De ahora en adelante sólo voy a pintar gente gordita así bella como esta mujer. Ella será mi preferida, la voy a guardar y la voy a mirar todos los días, a consentirla y claro… a darle algo de comer, porque o si no se me adelgaza y a mi me gusta así gordita como está… Ayyy, ¡pero qué linda es!

Así empezó Fernandito a pintar gorditos y una vez los pintaba tenía que alimentarlos para que no se le fueran a adelgazar. Los niños, los grandes, las señoras y las señoritas, todos en los cuadros de Fernandito se volvieron gorditos. Y eso sí, a los personajes que pintaba Fernandito jamás les faltaba el desayuno, ni el almuerzo, ni la comida. Bueno, a veces comían de más...  por eso están así de gorditos, pero a Fernandito, así tal cual,  le encantaban.

Y resulta que no sólo a él le parecieron bonitos. Un día pasó una señora frente a su ventana y cuando vio esos gorditos tan lindos, ahí mismo quiso tener uno en su casa, así que le compró un cuadro. Luego pasó un señor con sus dos hijos y les parecieron tan lindos, que se llevaron otro cuadro.

La señora le contó a otra de los cuadros y ella a otra más y esa a dos amigas más. El señor también le contó a sus amigos de esos cuadros tan lindos y los niños también contaron en el colegio, así que todo el mundo se fue enterando de que en la casa de Fernandito Botero había unos cuadros de unos gordos lindísimos y en poco tiempo todo el mundo quería tener un cuadro suyo en la casa. Todo el mundo quería tener su gordito de Botero.

¿Tú tienes un gordo de Botero? Se preguntaban las señoras en las fiestas… Y si alguna decía que no… Jujujuju ¡No tiene un Botero! Todo el mundo quería tener uno, y no sólo aquí en Colombia. Su fama fue creciendo y en Francia, en Paris, en la China y hasta en una ciudad que se llama Nagasaki, que queda lejísimos…. Allá también querían tener una gorda o un gordo pintado por Botero.

La mamá que se preguntaba cuando se le iba a quitar el embeleco de ser pintor a Fernandito, ahora sí quedó convencida. Para qué un abogado, para qué un ingeniero, si tenía en casa a uno de los mejores pintores del mundo, y ella misma llenó su pared con los gorditos pintados por su hijo.

Bueno y ustedes ¿Ustedes tienen un gordito de Botero en su casa? Yo les tengo una propuesta… Ninguno de ustedes se puede quedar atrás, y hay una forma buenísima de tenerlo cada uno en su casa. Ustedes mismos van a hacer sus gordos de Botero.

Así que manos a la obra. Cuando terminen, ninguna señorona podrá preguntarles... ¿Y tú, tienes un gordo de Botero? Porque ahí mismo ustedes podrán responder: Claro que sí, y tengo un gordo de Botero que yo mismo acabo de hacer.

FIN.

Hace años... 17 para ser exactos, me invitaron a contar cuentos en un jardín infantil. Me contaron que estaban haciendo una actividad sobre Fernando Botero y querían una historia que acompañara el juego. Entonces escribí este cuento, que presenté ante un grupo hermoso de pequeños y pequeñas... ¡lo que más me gusta hacer en la vida! Años después mi papá, que conoció en su infancia a la mamá de Botero, se animó a ilustrarlo. Hoy, que se va el maestro, se los comparto.  

Texto: María Clara Valencia. 

Escrito en Febrero de 2006. 

Ilustración: Mario Valencia. 

Publicado: 15/09/2023, día del fallecimiento del maestro. 

Esta obra está protegida por derechos de autor. 


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