COP16, descubrir el país entre fiestas y conversación

Era el 18 de octubre de 2024. En el carro de camino al aeropuerto para viajar a Cali, me encontré al hombre que vende las mandarinas en el semáforo cerca de la casa. Usualmente conversamos en el tiempo que nos deja el paso de la luz en rojo a la verde.
Hoy no le compro mandarinas porque voy al aeropuerto rumbo a Cali, le dije.
"¿Va a la COP16?" (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad), me preguntó emocionado. "¡Todo el mundo está hablando de eso! Es muy emocionante. Yo, la verdad, no sabía que este país era tan lindo", me dijo. Con tanta información que había salido en los medios de comunicación con motivo de la COP, él se había enganchado con el tema de las cascadas, que le causaron fascinación. Ya se había visto varios programas sobre ellas. "¡Son increíbles!, me dijo… Él, el hombre de las mandarinas… Entonces supe que esta COP16 no sería como cualquier otra (yo he cubierto cinco cumbres del clima). Lo que iba a suceder en Colombia era importante.
Las dos semanas de negociaciones, entre el 21 de octubre y el 2 de noviembre fueron intensas. El evento se dividió en dos partes: la zona azul y la zona verde. En la zona azul, ubicada en el centro de eventos del Pacífico a las afueras de la ciudad, los negociadores de los gobiernos discutieron las prioridades de implementación del acuerdo de biodiversidad Kunming-Montreal que se firmó dos años antes. En los salones de la zona azul se hablaba de presupuestos, de inclusión de las comunidades, de sistemas de monitoreo y evaluación para supervisar los esfuerzos de protección de la naturaleza, de la vinculación del sector financiero...
Mientras tanto, en la zona verde, donde se llevó a cabo lo que el gobierno anfitrión denominó la COP de la gente, en pleno corazón de la capital del Valle del Cauca, los caleños y los visitantes vivían la biodiversidad. Se estima que un millón de personas circularon por esta zona y disfrutaron de los cerca de 50 conciertos y cientos de charlas, juegos, talleres y dinámicas de participación que pusieron a todo el mundo a hablar de la naturaleza.
Durante dos semanas las calles estuvieron llenas y hubo largas filas para entrar a los eventos de discusión.
En los escenarios musicales sonaba la salsa, el currulao, las cumbias… como telón de fondo, siempre la naturaleza con imágenes coloridas de la fauna y la flora de Colombia, el país más biodiverso del mundo por metro cuadrado, como oyeron muchos por primera vez durante la cumbre.
La zona verde de la COP les permitió a los ciudadanos del común hacer parte, participar, expresar su opinión y aprender. Al tiempo que la gente en la ciudad se divertía con variedad de actividades, todos hablaban de biodiversidad. A muchos, incluso, por lo novedosa que les resultaba la palabra, les costaba pronunciarla, pero todos quería decirla… 'biliocidad', 'beriosidad', 'bisisidad', escuché a varios en las calles. No importaba, todos querían hablar del tema, enterarse y aportar.
"Este es el mayor ejemplo de educación ambiental en la historia de Colombia", dijo al final de la COP Manuel Rodríguez Becerra, exministro de ambiente y líder del Foro Nacional Ambiental, una iniciativa de divulgación que organizó 14 sesiones presenciales y en línea, previas a la COP, con expertos sobre conservación, para calentar los motores de la cumbre y motivar la participación. A esas sesiones, se sumaron 75 eventos de discusión previos organizados en todo el país por el Ministerio de Ambiente.
El país más biodiverso del mundo por metro cuadrado… una vez arrancó la cumbre, en las calles de Cali se veía entre la gente emoción y sorpresa ante las imágenes de una naturaleza colorida y hermosa que aparecía en todas las pantallas.
"Yo no sabía que este país era tan lindo. Hay que cuidarlo", escuché decir a varias personas en las calles.
¿Por qué causaba tanta sorpresa? ¿por qué tanta gente en las calles comentaba que no sabía antes de la COP que Colombia era un país tan rico, tan biodiverso y bello?
Colombia lleva 60 años de conflicto armado. Un conflicto que ha dejado, según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) más de nueve millones de víctimas. Esas víctimas han resistido, entre otras cosas, a las 4.491 masacres que se han documentado entre 1944 y 2023.
No solo eso. Según el Registro Único de Víctimas (RUV), en Colombia hubo casi 8'219.403 víctimas de desplazamiento forzado desde 1985 hasta el 31 de diciembre de 2021. El problema no ha cesado, pese a que en el país se firmó un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc en 2016. Distintos grupos armados y disidencias de las Farc, vinculados principalmente al tráfico de drogas y a la minería ilegal, siguen delinquiendo.
Cifras de la oficina de asuntos humanitarios de Naciones Unidas, indican que más de 183.400 personas fueron víctimas de confinamiento y desplazamiento forzado interno en Colombia entre enero y julio de 2024 como resultado de acciones armadas, principalmente por enfrentamientos entre grupos armados no estatales.
Esas cifras de victimización y desplazamiento están concentradas en los lugares con mayor riqueza natural del país, como la Amazonía y el Chocó biogeográfico, el cual en este momento registra las cifras más altas de desplazamiento forzado a nivel nacional. La riqueza de los recursos naturales ha derivado en disputas históricas por esos territorios. De ahí que los colombianos no conozcamos nuestra biodiversidad, ni tampoco nuestra enorme diversidad cultural. Según la cancillería del país, Colombia tiene 115 pueblos indígenas y hay cerca de 15 millones de personas afrodescendientes, según la vicepresidencia de la República. Además, está el pueblo ROM y gitano que suma unas 2.649 personas, según cifras de 2022 del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Pero esa riqueza cultural también nos es extraña.
Por eso la sorpresa entre los participantes ante el hecho de que indígenas y afros se abrieran espacio en los escenarios de discusión aportando sus saberes ancestrales, y de que juntaran sus ideas con las de los lugareños y con los cerca de 15.000 turistas que coparon la capacidad hotelera de la ciudad. Muchos caleños estaban descubriendo esta nación desde las pantallas y se expresaban felices de servir de anfitriones, orgullosos de su tierra y encantados con la diversidad biocultural que explotó por esos días.
Sanando una ciudad herida
Lo que sucedió es muy valioso para la capital del Valle del Cauca porque Cali es una ciudad herida que viene de años de inseguridad y de violencia. Es una ciudad dividida que quedó muy maltrecha desde lo que se denominó 'el estallido social', unas protestas ocurridas en todo el país en 2021 contra el gobierno del anterior presidente Iván Duque, y que tuvo especial fuerza en Cali donde cientos de jóvenes y familias de los barrios populares paralizaron la ciudad durante casi tres meses. La policía que reprimió las protestas fue acusada de hacerlo de manera violenta, de ejecutar asesinatos y torturas. Más de 80 jóvenes fueron asesinados durante el estallido. También integrantes de las protestas fueron acusados de desmanes y vandalismo. La ciudad no volvió a ser la misma desde entonces. Las divisiones y los resentimientos entre los ciudadanos aumentaron.
Pero durante la COP todo fue distinto… en medio de la fascinación por ese llamado a participar y a cuidar la naturaleza, todos volvieron a las plazas. Los pobres y los ricos volvieron a caminar juntos por las calles y a compartir ideas y música. La alegría y el orgullo de ser anfitriones se les contagió a todos. Tanto que se notaba en el suelo… Mientras en la zona azul los organizadores de cada sesión no de dejaban de insistir a los negociadores y delegados oficiales que, por favor, recogieran las tazas de café que dejaban abandonadas entre las sillas, en la zona verde, con miles de personas andando, no se veía un solo papel en el suelo.
Fue un momento de paz. No se hicieron realidad las amenazas que surgieron previas a la COP de posibles atentados por parte de la guerrilla. 10.000 policías, 2.500 soldados, protección aérea y drones con tecnología de punta cuidaron la ciudad durante las dos semanas del evento, sin uso excesivo de la fuerza. También Cali fue cuidada por los ciudadanos que quisieron que su ciudad y su gente fueran ejemplo para el mundo.
María Leonor Cabal, asesora delegada de la COP16, destacó la calidez y hospitalidad de los vallecaucanos, exaltando que, más allá de ser los anfitriones de este evento internacional, la región logró consolidarse como un referente de unión, trabajo en equipo y sentido de pertenencia.
Eso, además, logró mover la economía de una ciudad que lo necesitaba a gritos. Según la gobernación del Valle, la conferencia dejó 11 millones de dólares en hostelería y 11.4 millones de dólares de ventas en bares. Además, se registraron 14 mil reservas en gastronomía.
"Si se puede cuidar y sí podemos hacerlo", me dijo una mujer sonriente en la calle que exaltó los aprendizajes que había tenido sobre el cuidado del agua durante la COP.
Todo en las calles era alegría, la gente sintiéndose parte, sintiendo que su voz era importante y que podía aportar… también bailar, jugar y tomar viche (la bebida tradicional del pacífico), a la vez que aprendía de los cultivos y del proceso tradicional de elaboración de esa bebida vinculada a los saberes ancestrales de las comunidades afro y a la biodiversidad.
Cuidar para una vida más plena y más bella
Daily Nisay Cangá Aramburu, de 13 años, llegó a Cali desde el río Yurumanguí en Buenaventura. Ella hizo parte de los 150 niños, niñas y jóvenes que llegaron de todas las regiones a representar a las infancias y juventudes en la COP. Frente a cientos de personas, ella habló sobre su país. "Yo hablé sobre la biodiversidad para que la cuidemos, porque la naturaleza es muy bonita. Siempre he reconocido que esta naturaleza es muy bella, pero aquí he aprendido que lo que tenemos en frente tenemos que cuidarlo para tener una vida más bella y más plena", dijo.
Al igual de Daily, Valentina Vargas, una joven caleña, estaba feliz recorriendo los espacios de la COP junto a sus amigos. "Tenemos un país muy lindo, pero desafortunadamente la gente no lo cuida", dijo mientras paseaba por la zona verde.
"Nadie cuida lo que no ama y nadie ama lo que no conoce", es una premisa de la educación ambiental. Los colombianos no conocen el país y no pueden conocerlo por la guerra. Pero saber que ese país megadiverso existe puso a todo el mundo a reflexionar y permitió avanzar en los pasos para quererlo y cuidarlo.
"Esto es mejor que la feria de Cali", me dijo una mujer que paseaba entre los puestos de la zona verde, haciendo mención del más tradicional festival de música de la ciudad. "A Cali usualmente solo llega la rumba. Ahora estamos disfrutando la fiesta, pero también reflexionando", comentó sonriente.
Resultados contrastantes
Al final de la cumbre mundial de biodiversidad o Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, los resultados de la zona azul dejaron defraudados a los asistentes y al mundo entero que urge acciones para proteger el planeta. Aunque se creó un órgano permanente para pueblos indígenas y comunidades locales, y se reconoció el papel de los afrodescendientes como custodios de la biodiversidad, lo cual les dará la posibilidad de recibir recursos para financiar sus iniciativas de conservación y gestión sostenible de la biodiversidad, las 170 delegaciones oficiales no pudieron ponerse de acuerdo sobre los mecanismos de financiación para proteger la naturaleza a nivel mundial.
Pese a que se estableció el Fondo de Cali, un mecanismo mundial para recaudar recursos económicos provenientes del uso de la información de secuencias digitales (DSI) sobre recursos genéticos, quedaron pendientes la estrategia financiera y el marco de monitoreo, que son fundamentales para avanzar en la conservación global.
Sin embargo, tal como lo indicó la ministra de Ambiente Susana Muhamad, "esta conferencia se consolidó como uno de los mayores movimientos en pro de la vida y la naturaleza en la historia del país".
Muhamad destacó que "la COP16 ha sido un evento transformador, marcando un hito en la educación y movilización de la sociedad colombiana. Ver a tantas personas, desde todas las regiones del país, emocionadas y comprometidas con la biodiversidad, demuestra el impacto de esta cumbre".
Así fue… aunque los salones ya cerraron y las orquestas dejaron de tocar, las imágenes y las enseñanzas de ese momento se quedaron en la memoria. Lo que pasó en Cali fue poderoso. Significó una oportunidad de reconocernos como país megadiverso y de reconocernos como actores que podemos incidir en la conservación.
Ojalá muy pronto los colombianos, libres de la guerra, podamos disfrutar y cuidar en vivo y en directo ese país sobre el que la COP nos invitó a conversar.
Texto y foto: María Clara Valencia Mosquera