Cuando algún final se acerca
Mientras permanecemos a puerta cerrada, se cae el mundo que conocemos. Las estructuras se hacen frágiles y colapsan... es tiempo de mirar adentro.

Se caen las estructuras, se acerca el fin... Quién sabe el fin de qué, pero se acerca. Permanecemos encerrados mientras vemos cómo se derrumban... los mercados, los empleos, la vida como la conocíamos, quizás muchas más cosas...
He pedaleado muchos kilómetros con Vannia. Kilómetros de esos Países Bajos en los que ella cogió impulso para seguir pedaleando aquí en las montañas. Pedal arriba, pedal abajo ella ha usado las ruedas para conectarse con su cuerpo y también para reflexionar sobre lo que le interesa...
Ella tiene claro el concepto de justicia, o quizás tenga más claro el de la injusticia que hace parte de ese mundo que hoy cuestionamos a puerta cerrada, sin saber si las coronas terminen generando algún cambio al respecto.
La distancia de estos días no han alejado nuestras conversaciones ni nuestros vinos. Y aunque la luz ya casi no llega a su apartamento después del equinoccio, ella no ha dejado de alumbrarse en ideas y reflexiones sobre este tiempo.
En estos días me compartió un sueño que tuvo hace meses, como una premonición de estos tiempos. Ella vio estructuras venirse sobre su cabeza. Los derrumbes... que pueden ser muchos y en distintas direcciones. Hoy es ella quien mira desde la ventana....
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Los tiempos del embudo
Hace algunos meses soñé con un terremoto. Yo estaba en la habitación de un apartamento en Europa. De repente empezaba a temblar fuerte, salía a la calle y veía cómo los edificios empezaban a derrumbarse, el mundo a mi alrededor se caía. Yo empezaba a correr y mientras corría veía como el camino se iba cerrando, las paredes de los edificios y casas color pastel iban empezando a formar un embudo horizontal. Yo solo corría mientras me adentraba en ese embudo, corría hacia la punta de ese triángulo en donde las paredes me rodeaban y no había más para dónde ir.
Hoy, el mundo entero está encerrado entre paredes, hemos quedado todos envueltos en muros sin ninguna opción distinta a permanecer encerrados porque las estructuras se han caído, las rutinas que conocíamos se han derrumbado. En mi sueño el mundo se venía abajo, se destruía y se convertía, inevitablemente, en un estrecho espacio cerrado. Ahora que lo pienso, se parece a este momento de cuarentena.
Hoy cumplo un mes y 3 días de estar en mi casa, y varias cosas han pasado por mi mente, de varias cosas me he percatado. Por ejemplo, he notado más a mis vecinos. En el edificio del frente, en el tercer piso, viven dos hombres en un apartamento, yo creo que son pareja, quizás son hermanos. Al lado de ellos, vive una muchacha que hace ejercicio de vez en cuando, siempre la veo tratando de hacer algo con su cuerpo mientras vivimos en este encierro, igual que yo.
En otro edificio, hay una mujer mayor, que para no bajar a recibir el domicilio y no exponerse al virus, se inventó una manera de recibirlo sin salir de su casa. Cogió una canasta, le amarró una cuerda y le puso un papel amarillo. Curiosamente siempre que miro hacia esa ventana está la viejita bajando la canasta desde la ventana con la cuerda y el señor del domicilio enviándole su pedido por allí. Supongo que al subirla le cambia el papel amarillo por seguridad.
Luego miro hacia el otro lado de la calle, y están los vecinos de enfrente, uno al lado de otro sin percibirse mutuamente, desde afuera parece una sola casa, pero sus habitantes no saben que viven juntos, así como lo pensó Mercedes Sosa, cuando veía que en cada país latinoamericano sucedían las mismas cosas, unos al lado de los otros, y que vivíamos en la misma casa, pero no nos dábamos cuenta, aún hoy no lo sabemos.
Lo que nos está pasando es que hemos tenido que aprender a transformar casi por completo la vida y la forma en que vivimos en el mundo. En este momento somos como culebras que están mudando de piel, dejando una vieja para seguir adelante con una coraza renovada y joven, estamos en cambio, en transformación y siempre que hay una transformación hay dificultades, nos cuesta movernos hacia otros caminos... pero esta vez no tuvimos opción. Y es eso, el no tener opción, lo que más nos cuesta.
Amartya Sen habló del desarrollo humano, y dijo que este no es más que el bienestar. El bienestar, a su vez, es tener la capacidad de escoger, es tener opción, es tener libertad para acceder a los derechos fundamentales. La cuarentena nos ha dejado sin opción, y eso nos produce incomodidad, falta de bienestar. Seguramente cuando podamos salir queramos estar en casa, pero tener la posibilidad de escoger en donde estar es lo que nos permite sentirnos en libertad.
A pesar de que el mundo está cambiando sus hábitos con esta cuarentena, soy pesimista frente a un cambio real de la sociedad. No creo en esas frases utópicas que uno se encuentra en Twitter o en los periódicos sobre "esperanza", "paz", "ser mejores seres humanos". No, eso no creo que cambie, el mundo seguirá desigual y esa desigualdad seguirá trayendo más de lo mismo, los mismos problemas de siempre. La especie humana es lo suficientemente estúpida para continuar igual después de un virus mortal al que cualquiera está expuesto y que ha sido capaz de transformar la economía y ha derrumbado la rutina que conocemos, como el terremoto de mi sueño derrumbaba el mundo.
A pesar que el diseño del mundo no cambie, este stand by sí le ha servido mucho al planeta, era necesario detenernos justo ahora, después del incendio en la Amazonia, después del incendio en Australia, con el calentamiento global avanzando a velocidades increíbles... Pareciera que la naturaleza misma impuso su voluntad y obligó a su peor enemigo a detenerse, para que sepa que nunca podrá ser más fuerte que ella, para que entienda que ella siempre tiene poder de decisión para proveerse de bienestar, al estilo Sen.
Observando el mundo desde mi balcón, y, no miento, desde la pantalla de mi celular, percibí que lo que nos trae este terremoto es un cambio individual que terminará reflejado en lo colectivo, esto se trata de entender cómo es uno mismo sin los otros, sin las dinámicas diarias, sin las compras, sin los bares ni los restaurantes, sin los abrazos y los besos, sin las caras de los amigos y los viajes para visitar a la familia, esto es para entender quién es uno estando con uno. Pobre del que no tome este tiempo de colores pasteles para observarse dentro del embudo.
Texto: Vannia Palomo y María Clara Valencia
Foto: Vannia Palomo.