El Juan se ha quedado por aquí

12.12.2020

Hacer de la vida lectura, hacer de los amigos conversa, hacer del viaje una fiesta, hacer de las ideas teoría, hacer de cada palabra sueños... que se prendan las luces del camino para tí, parcero.  

Encendí las velas para iluminar tu viaje.
Encendí las velas para iluminar tu viaje.

Estudiabas la felicidad intentando entenderla, buscándola. Estudiabas la felicidad como el que va tras ella... y sé que la encontraste por raticos, como todos. Y en algunos de esos raticos compartimos... largas charlas, muchos tragos, varios kilómetros en bicicleta.

Para mí vos sos el Mariposa en el que nos bebimos las preguntas. Sos el Viejo Castor, esa esquina donde compartíamos teorías y ensoñaciones bajo lámparas viejas; sos La Cabra Loca y las ganas de tragarse el blues del mundo... sos el límite entre el mar y la Haya, ahí donde terminamos conversando con una manada de toros peludos; sos los canales que navegamos a remo entre carcajadas; sos la historia de esa Holanda que tanto te interesaba; los absurdos sobre los que debatíamos largas horas entre citas literarias. 

Las nuestras eran conversaciones sin rumbo, entre copas, amenizadas por los autores queridos. Nuestro oficio juntos era soñar con lo insoñado (eso que no existe como esta palabra), con lo posible y lo imposible...

Vos, que alcanzaste a entusiasmarte con un viaje conjunto a Islandia para hacer un proyecto loco que no tenía posibilidad de concretarse... pero lo soñamos.

Vos, con quien asistí a la mejor clase de la universidad... de la salsa, cuando el Gran Combo de Puerto Rico azotó tambores en Ámsterdam.

Vos, que me ayudaste a entender los principios de la economía que me parecían tan difusos.

 Vos, que me dedicaste horas pacientes hasta que los reveses del capitalismo empezaron a tener sentido... o sinsentido, porque era eso lo que estudiábamos, aunque vos siempre mantuviste una perspectiva crítica sobre la crítica.

A cambio de la economía impartida a final de tarde, apenas una cerveza, una sonrisa quizás... tanta generosidad la tuya. 

El tuyo era un mundo sin límites, al extremo, un mundo que yo quise compartir por los laditos para no perder al lado tuyo lo que me queda de cordura, si es que la tengo. El tuyo era un mundo distinto a los mundos, de ensoñación y de lectura.

Voy a extrañar nuestras conversas, las tantas veces que nos echamos vainas entre brindis y que nuestros compañeros quisieron esquivar con cabezazos como quien le hace el quite a un derechazo.

Las tusas fueron más ligeras contigo, que me acompañaste varias lágrimas y que siempre tenías en mente la posibilidad de la felicidad... La felicidad como meta y también como teoría.

La última vez que hablamos te envié un cuento que escribí hace años... el de la Araña Maraña, que es para niños, pero te lo envié para moverte la felicidad que buscabas, para invitarte a seguir intentando. Pero sentiste el camino cerrado y bueno... ojalá uno nuevo se haya abierto para ti. Uno lindo, donde esa ensoñación de la que hablabas sea posible, donde los autores que tanto leíste estén dispuestos a la conversa, donde las copas se sigan compartiendo entre risas.

Nos veremos al otro lado... ve sirviendo los tragos y enciende buena música para acompasar la charla... será larga, de nuevo. Ya llegaré para que armemos nuevas teorías sobre la nada. Te quiero y siempre vas a estar en mi corazón.

Texto y foto: María Clara Valencia. 


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