En defensa de las libertades

04.05.2020

Si perdemos la libertad de saber lo que está sucediendo, perdemos la libertad de decidir y de protegernos. Quedamos expuestos. 

Documentar las amenazas a los líderes, es también documentar las amenazas a un planeta en riesgo
Documentar las amenazas a los líderes, es también documentar las amenazas a un planeta en riesgo

Hoy es el día de mundial de la Libertad de Prensa. Estamos a puerta cerrada y todos buscan protegerse. Las reporterías de viajes largos a descubrir las historias en los lugares remotos están canceladas. Pero no estamos en silencio, porque la voz sigue moviéndose desde las regiones donde no han dejado de denunciar matanzas, deforestación, la contaminación que sigue creciendo... también el avance del virus que ha puesto en evidencia nuestras tantas precariedades, los siglos de injusticias que hoy nos estallan en la cara. Avanza el virus que hoy nos obliga a ver el mundo desde las pantallas y que, sin embargo, nos exige estar atentos.

No deja de ser paradójico hablar de este día de en un momento en el que hemos perdido buena parte de las libertades para mantenernos a salvo. Pero entre las tantas libertades perdidas no puede estar la de prensa, que hoy es indispensable. Libertad de prensa, de indagar, de escudriñar, de desvelar lo que unos pocos quieren mantener oculto, para que podamos mantenernos con vida. Tal vez nunca había sido tan importante saber qué está pasando para poder reaccionar y protegernos. Libertad de prensa, en un momento en el que la única pandemia no es la del Covid19.

Hace unos días recibí un mensaje en mi whatsapp de un número que no tenía en mis contactos. Aparecía la imagen de un hombre que yo nunca he visto al lado de una moto. El mensaje me invitaba a inscribirme a una página web para recibir los subsidios del gobierno porque, decía, no todos recibirían ayudas y tocaba estar inscritos.

Alertada de la tanta información falsa que circula, me dio curiosidad ver la página. Entré. Era un wordpress de lo más rústico con varios letreros rojos que anunciaban la importancia de poner ahí nombre y número de cédula. Por esos mismos días se denunciaba que la página de ayudas del gobierno registraba cédulas inexistentes.

Me dio tanta rabia que quise inmediatamente insultar con lo peor de mi repertorio al que me envió el mensaje, pero me contuve y lo bloqueé. Hay que ser muy basura en esta vida para jugar con el hambre de la gente... de basuras tenemos muchos, podía ahorrarme las palabras, aunque no el asco.

En una de las redes de periodistas que sigo, se habla de un termino ya acuñado para esta época: la desinfodemia, que se refiere a la enorme carga viral de desinformación potencialmente mortal en circulación. Ciencia médica: síntomas, diagnóstico y tratamientos salidos de ninguna parte que se aprovechan de la ansiedad y del miedo que tenemos todos. Desinfodemia mortal también la que juega con el hambre, con el desespero, con las expectativas de la gente. Desinfodemia que invita al caos, al desorden, a la violencia, al descontrol, al saqueo, al matarse uno a otros por un pan. Se lanzan mensajes de WhatsApp como si este fuera el escenario de un circo romano. ¿Desde qué tribuna estarán mirando el horror? Me pregunto.

Llevo días acumulando las ganas de escribir sobre la desinfodemia y sobre ese mensaje que me llenó de ira y sobre el que no supe cómo reaccionar... me he contenido porque he querido hacer de este espacio un lugar de observación y reflexión que ayude a calmar el presente entre recuerdos y anécdotas. Pero hoy cuando se celebra el día mundial de la Libertad de Prensa, que es la celebración de la responsabilidad y del respeto, varios colegas que han estado documentando los asesinatos a líderes ambientales en Colombia denuncian que han sido vigilados y perseguidos por el ejército. Por eso también desde aquí, desde mi ventana, quiero hablar al respecto, porque la desinformación y el silencio pueden matar tanto o más que las coronas.

Mi mundo reducido a una pantalla y a una ventana tras la que cantan los pájaros. ¿Qué anunciarán ellos?

Libertad de Prensa, como las que tienen las aves que cantan a su acomodo y vuelan.  

Texto y foto: María Clara Valencia

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