En tiempos de historias acumuladas

17.04.2020

Convertidos en volcán activo, sacamos por ahora pequeñas chispas que anuncian lo que se viene... al final de las coronas seremos, como nunca antes, erupción de palabras. 

Para prevenir el olvido, escribo como un intento de no perder la luz cuando se abran los caminos.
Para prevenir el olvido, escribo como un intento de no perder la luz cuando se abran los caminos.

"La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla", decía Gabo. Este momento será el que contemos.

De esta pausa histórica saldrán muchas historias, sin duda. Cuando se abran las puertas y las babas dejen de amenazar, se contarán mil anécdotas sobre el encierro. A mí me encanta oír historias tanto como contarlas... por eso me hago mil ideas sobre el momento de los reencuentros. Imagino muchas reuniones en torno a las fogatas relatando como volcanes en erupción esa montaña de sensaciones interiores acumuladas en estos días... imagino corrillos en las esquinas, voceadores en las plazas, las oficinas con largas jornadas en el café... nos imagino semanas enteras de espaldas a los televisores, escuchándonos. 

Hay muchos abrazos en pausa, muchas copas compartidas desde el internet. Muchos coqueteos ya sin vela de por medio y muchos besos prometidos. Del tanto esperar a que abran las puertas, nos habremos convertido en un torrente de anécdotas y de sentimientos por compartir. Al otro lado del coronavirus, ya sin miedo, o cargando unos distintos, seguro se harán aquelarres de historias, poemas, saldrán películas, música y libros... algunos se divulgarán por siglos, quizás estemos gestando un nuevo Decameron.

Cuando salgamos de las guaridas, tanta saliva, ya sin riesgo, se gastará para narrar...

Pero la memoria es limitada y en este momento de quietud revolotean muchas ideas. Y como la vida es la que contamos, yo quiero recordar. Por eso empecé a escribir este diario, para tener un registro de esta época tan extraña que me hace transitar de la alegría a la angustia, del miedo a la confianza, de la incertidumbre al solo instante, del dolor a la aceptación.

Hoy una amiga me envió un plan de meditación de varios días en el que se invita a compartir reflexiones en una especie de diario común, pero advierte que no hay que esperar retroalimentación porque en este momento cada quien está en su propio trajín interior e invita a ser consciente y compasivo con el proceso del otro. Los procesos... El mío sale de las manos de una mujer de tendencia reservada, que se ha ido abriendo, mandándole secretos y confesiones a un oído pintado de pantalla en blanco.

Mi proceso se ha ido entre las teclas como una forma de catarsis y de memoria, para no olvidar quién he sido en este tiempo que no se parece a ninguno otro, y también para entender de dónde vengo; para recordar los miedos y las claridades, como el que abre un antiguo sótano. También quiero tener presente quién he querido ser en estas semanas de reflexión; qué vivencias y qué recuerdos han sido relevantes en estos días para que, quizás, me muestren el rumbo cuando se vean la luces del camino que recorremos hoy tan a tientas. Quiero recordar hacia dónde he querido caminar cuando se abran las puertas, por si entro en laberintos de confusión cuando ya pueda mirar a través de todos los costados de la ventana.

Mi amorcito musical, como le digo a mi cantante favorito en este momento, lanzó hoy una canción que ha escrito desde su cuartel de confinamiento.

La canción del Kanka se llama 'Ya sabéis quiénes sois' y está dedicada a esos amigos que extraña desde casa. Él termina diciendo: "Que el tiempo llene tus vacíos/ Que crezca con flores en tu soledad / que abramos puertas, digamos pasad/ y nos veamos pronto, amigos míos". Oírla me estremeció de emoción. 

El Kanka canta cada día una canción desde casa y yo lo sigo, porque su música también marca los días que pasan desde la ventana, porque me sirve de inspiración y porque su canto me habla al oído. Cuando se abran las puertas su música hará parte de las historias que contaré.

Como él, yo también ansío ver a los amigos y amigas. Ansío una copa charlada con nueces y frutos secos. Ansío el fuego en el centro de un guitarreo, estrellas, risas y cuentos; ansío las noches de inspiración compartida y los cafés de tarde. Ansío tertulias con atardeceres. Ansío escuchar a los y las queridas, saber sus historias, saber de los caminos que abrieron entre la sala y el colchón. Ansío que la palabras ayuden a contener nuestras ansiedades y que la ventana se convierta en vidrio abierto para compartir, al otro lado de las coronas. 

Texto y foto: María Clara Valencia.

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