En escena desde la ventana
Las nostalgias de unas vaginas monologantes reunieron a tres amigas a jugar con el cuerpo y a crear para salir del teletrabajo y ponerse a telesoñar.

Ella empezó hablando del pelo. "Quien
no ama el pelo no ama la vagina", dijo... y empezó a relatar una historia de
maltrato psicológico relacionada con su intimidad. A ella le siguieron otras
que hablaron del abuso, del derecho a usar minifalda sin ser violentada; alguna
más deliró en nombres incapaz de mencionar a la vagina por su nombre; otra apareció
enfurecida reclamando su derecho a decidir sobre lo suyo, sobre su sexualidad y sobre
su vida; la siguiente hizo un discurso gozoso, lleno de gemidos y corales orgásmicas, que seguro no cantan en iglesias, sobre la vagina que es solo suya y con la que puede hacer lo que le da la gana... Entonces vino mi turno, el de una abuela que
vio nacer a su nieto entre las sangre y las rasgaduras de una vagina abierta, en
medio de alaridos y pujes, una abuela que vio emerger la vida de entre una joya que cambiaba de colores entre la expansión y la contracción... Así fue como hace un par de años mujeres de muchos
países vivimos los 'Monólogos de la Vagina', una obra de teatro de la estadounidense
Eve Ensler y que ya le ha dado la vuelta al mundo. Con nosotras en escena, un
elenco multicultural que reunía a mujeres de Asia, África y Latinoamérica, le
dio una vuelta más.
Estudiantes monologando sobre eso tan bello que guardamos entre las piernas vivimos un instante de gloria, con el teatro lleno, las expectativas por los aires y los nervios a flor de piel... Ahí, en La Haya, Holanda, cuando dejamos los libros sobre desarrollo a un lado y abrimos las puertas para que las vaginas hablaran, duro y claro, gozosas y adoloridas.
Los teatros hoy están vacíos, las sillas empolvadas y las boleterías cerradas, pero no por eso se han detenido las funciones. El confinamiento se ha convertido en espacio de creación y las pantallas son las nuevas tablas... Por eso, confinadas, hace unos días tres mujeres nostálgicas de las dinámicas y los aplausos de los Monólogos de la Vagina abrimos nuestros telones y nos reunimos a teatrar... No existe el verbo y no importa, porque lo nuestro fue puro teatreo de aplausos propios y disfrute expresivo y de la creatividad. Frente a las pantallas hicimos ejercicios de estiramiento, de expresión, de relajación. Los músculos contraídos por las tantas horas del teletrabajo tuvieron un rato de esparcimiento y diversión en ese encuentro que era de actrices y de amigas. Los músculos y no solo los de la cara se hicieron sonrisa cuando Daniela, nuestra directora de teatro, inició la sesión.
Y ahí estuvimos cerca de una hora jugando con nuestros músculos, convirtiéndonos en jaguar, en selva, en río, en ave... dejándonos llevar por la imaginación como un viaje a nosotras mismas y a ese exterior que continúa vedado, pero solo para los pies y no para la cabeza.
La sala de mi casa se hizo escenario. También lo hizo la sala de Karen y la de Daniela que hicieron de los sofás parte de la escenografía. Al final, el lugar estaba abarrotado por seis manos que estallaron en aplausos. Las tres mujeres mientras regresaban a la realidad se sintieron sudorosas, felices y satisfechas luego de rodar por la alfombra, saltar sobre la madera y hacer de los cojines una caja de sorpresas.
Teatrar es hacer del momento expresión y expansión y, como el verbo no existe, puedo decir también que se trata de hacer de la amistad goce y creación, un compartir para soltar el cuerpo y soltar el alma y que la cabeza traspase las paredes del confinamiento sin necesidad de hacerlo con los pies.
Abrir los brazos, mover las piernas y jugar imaginando mundos posibles e imposibles. El confinamiento no existe cuando la creatividad abre la puerta.
Texto: María Clara Valencia
Foto: Teecketing.com