En escena desde la ventana

22.06.2020

Las nostalgias de unas vaginas monologantes reunieron a tres amigas a jugar con el cuerpo y a crear para salir del teletrabajo y ponerse a telesoñar.

Aunque los teatros estén vacíos, el espectáculo debe continuar
Aunque los teatros estén vacíos, el espectáculo debe continuar

Ella empezó hablando del pelo. "Quien no ama el pelo no ama la vagina", dijo... y empezó a relatar una historia de maltrato psicológico relacionada con su intimidad. A ella le siguieron otras que hablaron del abuso, del derecho a usar minifalda sin ser violentada; alguna más deliró en nombres incapaz de mencionar a la vagina por su nombre; otra apareció enfurecida reclamando su derecho a decidir sobre lo suyo, sobre su sexualidad y sobre su vida; la siguiente hizo un discurso gozoso, lleno de gemidos y corales orgásmicas, que seguro no cantan en iglesias, sobre la vagina que es solo suya y con la que puede hacer lo que le da la gana... Entonces vino mi turno, el de una abuela que vio nacer a su nieto entre las sangre y las rasgaduras de una vagina abierta, en medio de alaridos y pujes, una abuela que vio emerger la vida de entre una joya que cambiaba de colores entre la expansión y la contracción... Así fue como hace un par de años mujeres de muchos países vivimos los 'Monólogos de la Vagina', una obra de teatro de la estadounidense Eve Ensler y que ya le ha dado la vuelta al mundo. Con nosotras en escena, un elenco multicultural que reunía a mujeres de Asia, África y Latinoamérica, le dio una vuelta más.

Estudiantes monologando sobre eso tan bello que guardamos entre las piernas vivimos un instante de gloria, con el teatro lleno, las expectativas por los aires y los nervios a flor de piel... Ahí, en La Haya, Holanda, cuando dejamos los libros sobre desarrollo a un lado y abrimos las puertas para que las vaginas hablaran, duro y claro, gozosas y adoloridas.

Los teatros hoy están vacíos, las sillas empolvadas y las boleterías cerradas, pero no por eso se han detenido las funciones. El confinamiento se ha convertido en espacio de creación y las pantallas son las nuevas tablas... Por eso, confinadas, hace unos días tres mujeres nostálgicas de las dinámicas y los aplausos de los Monólogos de la Vagina abrimos nuestros telones y nos reunimos a teatrar... No existe el verbo y no importa, porque lo nuestro fue puro teatreo de aplausos propios y disfrute expresivo y de la creatividad. Frente a las pantallas hicimos ejercicios de estiramiento, de expresión, de relajación. Los músculos contraídos por las tantas horas del teletrabajo tuvieron un rato de esparcimiento y diversión en ese encuentro que era de actrices y de amigas. Los músculos y no solo los de la cara se hicieron sonrisa cuando Daniela, nuestra directora de teatro, inició la sesión.

Y ahí estuvimos cerca de una hora jugando con nuestros músculos, convirtiéndonos en jaguar, en selva, en río, en ave... dejándonos llevar por la imaginación como un viaje a nosotras mismas y a ese exterior que continúa vedado, pero solo para los pies y no para la cabeza.

La sala de mi casa se hizo escenario. También lo hizo la sala de Karen y la de Daniela que hicieron de los sofás parte de la escenografía. Al final, el lugar estaba abarrotado por seis manos que estallaron en aplausos. Las tres mujeres mientras regresaban a la realidad se sintieron sudorosas, felices y satisfechas luego de rodar por la alfombra, saltar sobre la madera y hacer de los cojines una caja de sorpresas.

Teatrar es hacer del momento expresión y expansión y, como el verbo no existe, puedo decir también que se trata de hacer de la amistad goce y creación, un compartir para soltar el cuerpo y soltar el alma y que la cabeza traspase las paredes del confinamiento sin necesidad de hacerlo con los pies.

Abrir los brazos, mover las piernas y jugar imaginando mundos posibles e imposibles. El confinamiento no existe cuando la creatividad abre la puerta. 

Texto: María Clara Valencia

Foto: Teecketing.com

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