Entre kilómetros graves y agudos
Acercar los mundos y viajar no es imposible en el confinamiento, cuando una línea sobre el planeta atraviesa el computador y nos conecta.

En los días en confinamiento he extrañado uno de los oficios que más me ha gustado ejercer... Ser profe. Ser profe es jugar permanentemente, es explorar, es avanzar a partir de la prueba y error. Ahora dicto clases por los laditos y ya no puedo armar proyectos largos que involucren a los estudiantes y los pongan a crear.
Hace unos años, en alianza con Miguel Ángel, un amigo profesor de una universidad en España, nos inventamos una estrategia para conectar vía Facebook estudiantes de Cartagena y de Madrid. La idea era que desde Cartagena escribiéramos historias sobre Madrid y ellos lo hicieran sobre Cartagena, sirviéndonos mutuamente como los ojos del otro en la ciudad. Algunos hicieron historias comparadas.
De ese ejercicio interesante que repetimos varias veces, salieron algunos textos muy buenos que conectaban las dos orillas. Recuerdo que uno de ellos exaltaba el arte de los pintores de las plazas de Cartagena y de Madrid; otro hablaba de la influencia del reguetón en ambas ciudades; otro más, de la prostitución; también hubo una crónica desde España sobre los campamentos de la paz que se instalaron en Cartagena tras el triunfo del no en el plebiscito. Otro texto, comparó con gracia y mucha ironía los sistemas de transporte público en las dos ciudades (si es que el de Cartagena de entonces podía llamarse sistema). Fue un ejercicio retador, pero muy estimulante que conectó desconocidos para hacer reportería... una primera experiencia de periodismo colaborativo.
Yo soñaba con que los estudiantes siguieran en contacto después del semestre y que en algún momento pudieran visitarse; también quería volver a España. Miguel Ángel soñaba con regresar a Colombia. Eran nuestros deseos de exploración académica y a la vez nuestras ansias permanentes de viaje y de volvernos a juntar, proyectadas en las clases.
En medio de las reporterías, un estudiante descubrió que en España existe un pueblo pequeñito que se llama Monda. Ubicado en la provincia de Málaga, se encuentra en la comarca conocida como Sierra de las Nieves, a una altura de 427 metros sobre el nivel del mar. Tiene una población de unos 2.500 habitantes. El pueblo cuenta con un antiguo castillo morisco, hoy convertido en hotel. Para llegar ahí desde la ciudad de Málaga, hay que pasar por Alhaurín de la Torre, Cártama y Coín... todos nombres tan sonoros. Mis estudiantes tenían problemas para poner las tildes, así que les insistí muchas veces en hacer la historia sobre la distancia que separa a la Monda de la Mondá, en Cartagena. Era un tema agudo, de tremenda grave-dad.
Mondá es una palabra fundamental del lenguaje popular del caribe que hace alusión al miembro masculino pero que se usa para todo tipo de situaciones. Puede expresar cosas positivas como... "Eres/ esa cosa es la mondá"; neutras, como cuando alguien te pide... 'Pásame esa mondá; o negativas, como un "no joooda, que mondá".
Explorar la distancia que existe entre la Monda y la Mondá quizás podría resolver sus problemas con las tildes, pensé. Pero no tuve suerte... los de Madrid sabían muy poco de Monda y el pudor de estudiar en un universidad privada demasiado formal, fue más fuerte para mis estudiantes que mi idea. Así que la distancia entre la Monda y la Mondá se quedó en mi enorme archivo de historias por publicar. Hasta hoy, cuando desde el confinamiento y montada en la computadora, emprendí el viaje...
Mondá viene de la expresión francesa Mon Dieu, que significa Dios Mío... El primer recorrido, entonces, me llevó desde la Mondá en el Caribe hasta Mon Dieu, en París, el corazón de Francia... a lo largo de 8.253,78 Km... De Mon Dieu seguí hasta Monda, Málaga, separados por un trecho de 1.479,06 Km, un poco más del doble del camino que de Sevilla conecta a Santiago de Compostela y que cada año caminan miles de peregrinos.
Pero el recorrido de graves a agudos aún era largo... todavía quedaba cáscara por mondar... pues hay escalas para regresar a la Mondá desde la Monda del viejo mundo. En Argentina, en la provincia de Misiones aun se usa la Monda, como herencia guaraní, para referirse a aquel que se apropia de objetos que no le pertenecen... mejor dicho, gente la Mondá, que por estos días de pandemia en Colombia ya ha empezado sacar sus garras, como si ellos mismos no pudieran terminar coronados y con hambre en medio de un país empobrecido y con un sistema de urgencias colapsado. Son 8.883.38 Km los que separan las dos Mondas, la del viejo continente y la de Misiones... qué buena misión sería que esa última se quedara bien lejos de aquí.
Las distancias entre graves y agudos seguían siendo extensas... acercar el guaraní al Caribe, que era también juntar agudos y graves, requería transitar un trecho de 4.687.78 Km.
Si nuestros estudiantes de entonces hubieran accedido a hacer esa historia, si se hubieran atrevido a repasar los 7.604,20 Km que finalmente distancian ese pueblo malagueño del caribe... habría sido la Mondá y muchos más kilómetros de correcciones se habrían evitado.
Desde la Ventana sonrío y pienso que este confinamiento sirve para desempolvar pendientes, para conversar entre letras, y para reducir kilómetros entre las ideas y la realidad. Kilómetro 0.
Texto: María Clara Valencia
Foto: Google Earth
Distancias: Lina Marcela Sánchez.