Fluir como aves en el agua

18.04.2020

El agua que es vida y es goce, en tiempos de poceta hace guiños para no perder de vista la posibilidad de fluir con las corrientes. 

Aves... caciques como peces emplumados
Aves... caciques como peces emplumados

Entre los tantos pájaros que llegan al jardín todos los días, está el patrón. Le decimos así porque es el mandamás de la bandada, el encargado de solucionar entuertos y resolver conflictos. Cuando los demás se agrandan en alas para apoderarse de la comida, llega él y con un solo salto saca a todos volando. Ninguno cuestiona su mando. No es de la misma especie que los demás. Al jardín llegan copetones (zonotrichia Capensis) y también unos tornasol de tonos azul y negro con parejas entre café y gris. Los Molothrus bonariensis, creo yo. Pero el patrón es otra cosa. Hoy, mientras lo veía imponerse ante los demás, con fiereza de capataz, descubrí en la guía de aves de Colombia que se llama el cacique. Tras recorrer muchas páginas del libro he llegado a la conclusión de que se trata del yellow billed cacique (Amblycrcus holosericeus). No soy ninguna experta en aves, hasta ahora estoy aprendiendo de especies (de modo que, si alguien tiene alguna aclaración, bienvenida sea). Mientras llegan correcciones, si es que llegan, me parece fascinante que el patrón sea un cacique, porque su poder es evidente. ¿Habrá pensado lo mismo quien lo bautizó?

Hoy lo descubrí bañándose plácido, chapoteando en el agua, saltando entre eso que él ha convertido en alberca. Y me quedé pensando en el placer del baño. En la delicia de nadar a contracorriente en los riachuelos, de enfrentar las olas, incluso de ir de una lado a otro en la piscina. El agua... que purifica, renueva, libera, fertiliza y llena de abundancia.

He buscado muchas veces el agua y he vivido en distintas temporadas frente al mar. En cada uno de esos periodos el agua ha sido fundamental y sanadora. Resulta que hoy, cuando enfrentamos eso que aun roza lo desconocido, también es el agua la que nos salva.

El coronavirus lanza una alerta sobre la importancia de cuidarla para mantenernos con vida. No es nuevo, ya las comunidades indígenas, los ambientalistas y tantos otros lo han estado alertando por años, aunque los gobiernos, empresas y nosotros mismos, ciudadanos del común, hemos insistido en destruirla a punta de minas, basura y deforestación. En este momento, en el que parece que solo lo esencial importa, el agua aparece de nuevo, y no solo por la necesidad de mantenernos hidratados, como ha sido siempre, sino porque a falta de vacunas, lavarnos las manos parece ser lo único que nos salva, si es que contamos con el privilegio de tenerla cerca.

Agua para curar... también agua para gozar. Miro al cacique patrón, y me quedo pensando en sus placeres que son los mismos nuestros... Pienso en las cascadas que siempre anuncian embrujos para que los viajeros regresen; pienso en las jornadas de natación a contracorriente por el río Quilpo que baña la Argentina; pienso en las tortugas y en una pareja de mantarrayas que nadaban todos los días conmigo cuando vivía en Brasil; pienso en manadas de delfines nadando alrededor de una lancha en el hermoso Chocó; en otra manada de delfines que recibió un barco en el que viajaba en la Florida; pienso en un pez travieso que me mordió las nalgas en el río Amazonas; pienso en las ballenas que me han despedido entre saltos y nados ya un par de veces. Pienso en los rituales de sanación, en los bautizos que había cada fin de semana frente a la playa donde vivía en Cartagena. Pienso que volar y nadar se parecen porque ambas son una liberación, así como es una liberación en estos días lavarse las manos. Pienso en la libertad del agua que corre y pienso que estancados cual pocetas en casa hoy, nos queda la imaginación, como agua, para dejarla correr.

Miro al cacique y le tomo fotos en esa intimidad del baño que es tan placentera y sueño con corrientes por las que nos dejamos llevar como si decidiéramos perder el control y dejar nuestra vida al devenir... finalmente, control no tenemos. Devenir como el agua, permitir que el río tome sus cursos y dejar que fluya con calma. Aventurarnos a los rápidos y seguir andando... convertirnos en corriente como plumas. Cuando desaparezcan la coronas, tal vez desarrollemos cresta.

El cacique, con su actitud de patrón, impone sus maneras, unas maneras que también son gozosas y fluyen, y vuelan.

Estoy leyendo 'El Rio', de Wade Davis, que cuenta la historia de un botánico que se metió a explorar el Amazonas en busca de plantas para curar. En medio del viaje, Richard Evan Shultes descubre que "su tarea no era solo identificar nuevas fuentes de riqueza, sino comprender una nueva visión de la vida, porque al lado de los indígenas entendió que las ideas mágicas estaban en la estructura misma de su pensamiento" y que "los conocimientos botánicos no podían separarse de la metafísica". Aun no descubro qué planta usaban para devenir delfín o ave, como el cacique. Ojalá lo cuenten más adelante. Devenir agua, fluir, y permitir que este presente se convierta en río. 

Texto y foto: María Clara Valencia

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