La amiguita del espectáculo

26.07.2020

Unas piernas seductoras, el arte sensual de las telas que atrapan... un espectáculo de circo que, entre volteretas y saltos, gana adeptos en casa.  

Un escenario, el público atento... Terezinha se alista para los aplausos.
Un escenario, el público atento... Terezinha se alista para los aplausos.

Mi papá tiene una amiguita. Creo que mi mamá sospecha... lo ha escuchado encerrado en el baño hablando en voz baja con tono cariñoso. Terezinha, le oyó decir alguna vez entre risitas.

Curiosa ella un día abrió la puerta... lo encontró in fraganti. Él la miraba cariñosamente cuando ella la vio por primera vez. Terezinha quedó estupefacta, también mi papá. Pero eso duró apenas un segundo. Entonces mi mamá la vio correr, quiso huir, parece, y se escabulló donde ella no pudiera verla, ya era tarde. Mi mamá vio como mi papá la seguía con los ojos seducido por la forma de sus piernas, por la delicadeza de sus movimientos. Y entonces fijó su atención en ella... la vio pasar con sus ocho patas corriendo a toda mecha por los rincones del baño.

 Mi papá sonrió como lo hace cada vez que la ve, fascinado por las posturas de Terezinha (ese es el nombre con el que él decidió llamarla), por la agilidad de su andar y el coqueteo con el que teje y se balancea, sube y baja por el baño como en un espectáculo circense. Mi mamá también sonrió y desde entonces también le charla a Terezinha cuando visita el baño.

Ambos la saludan todas las mañanas y le hablan bajito. Ella se asoma tímida, se queda en un rincón mirándolos y en el momento menos pensado arranca la carrera sabiendo que tiene la atención del público. Mi papá se derrite de ternura ante esa agilidad tan diminuta que teje, corre y avanza buscando escondrijos para cazar. No es que mi papá ahora ande con mariposas en el estómago, pero cada vez que revolotea un zancudo él piensa en ella y cruza los dedos para que caiga en su tela.

Mi mamá le conversa a puerta a cerrada. Ella responde con correteos, con lecciones de costura. Mi mamá la observa atenta... quizás se deje convencer pronto de volver a mover las agujas y desempolvar los hilos  y las lanas que dejó hace años. Tal vez pronto tejan algo juntas mientras se cuentan chismes de lavabo.

Todos en casa están alertados: no se debe tocar el tejido de Terezinha que sigue creciendo en un rincón. A veces parece crochet, a veces diseño de punta y cruz, otras veces parece tejido a dos agujas... en realidad son ocho. Terezinha tiene en sus extremidades un sofisticado telar.

Entre puntada y puntada ella da volteretas como si se subiera el telón de su espectáculo de circo cada vez que un bichito cae en la costura; otras veces se columpia como si volara, gira en el aire como trompo. Se lanza en caída libre y se detiene en seco a dos centímetros del piso, da una voltereta a cuatro patas, se sostiene en equilibrio con dos. Cualquier acróbata estaría envidioso de semejante talento, que practica a diario e innova con frecuencia de pirueta en pirueta mientras mis papás celebran entre risas como si hubieran comprado boleta. El espectáculo ofrece un espacio libre de mosquitos.

El otro día encontré a Terezinha rondando por mi cuarto, no sé si se aburrió del baño, si ahí ya no le llegan bichos o si decidió salir a explorar la casa en un paseo dominical. Lo cierto es que se me puso en frente, subió, bajó y dio tres volteretas entre su tela... yo también celebré.

Texto: María Clara Valencia. 

Foto: Mi mamá

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