La seducción y algunas de sus tantas especies
El sexo... el nuestro y el de los otros. Las piernas que se abren, los ojos que miran atentos. Reflexiones sobre una historia pornoadolescente.

David empezó a hacer de su diario una historia por entregas que deja a los lectores todos los días a la expectativa en medio del relato de las primeras imágenes pornográficas que los niños de su colegio obtuvieron de manos de un pintor que por entonces empezaba a dar las primeras pinceladas. Mientras los muchachitos con todas las hormonas despiertas esperaban ansiosos los desnudos, aparentemente el pintor, aunque también adolescente, miraba las formas con visión de artista para pulir sus trazos. Hoy está consagrado al arte.
La historia de esos niños ansiosos por los desnudos, que se fueron a los puños en una pelea narrada entre compañeros al estilo Edgar Perea, cuando alguno hizo un amague de soplón ante la profe, me ha tenido expectante los últimos días y conectada a ese diario que sigo ya hace casi dos meses.
Pero esa historia pornoadolescente también me ha dejado pensando en los desnudos y en esa afición tan exacerbada que solemos tener por las imágenes de sexo.
Cuando he visto películas que incluyen escenas de sexo he descubierto que detallar en el acto, las carnes batiéndose, los jadeos, los sudores, los gestos y las babas, me aburre tremendamente. El sexo es interesante cuando se practica, no cuando se mira, más allá del erotismo de la seducción inicial que es una invitación deliciosa al despertar de la imaginación. La seducción es interesante, el acto sexual en sí, desde la pantalla... estoy lista para la escena siguiente.
Las historias más recientes de David me han dejado pensando en eso y en los millones que gana la industria del porno por exponer lo íntimo que en realidad es bello y seductor cuando se vive y no cuando aparece expuesto como mercancía en imágenes impersonales que dicen tan poco sobre nuestras formas reales de aproximarnos.
En estos días ví una serie sobre una mujer que quiere ser escritora y que explora con la literatura erótica a partir de un montón de referentes que encuentra en internet. El resultado es tan malo que le cierran la puerta en la editorial. "Es que el sexo no es así, es un poco más desastroso, más real", le confesaron sus amigas mientras intentaban consolarla por el rechazo laboral.
Me ha parecido siempre que ver el sexo nuestro, el que podemos experimentar nosotros en directo, carece de gracia. Pero creo que pocos comparten esa idea, porque esa industria sigue sumando millones, seguro más ahora cuando confinados la pantalla puede ser la única invitación a un encuentro.
Una sociedad como la nuestra que expone a las mujeres ( y a algunos hombres) como mercancía al tiempo que impone estilos de vida conservadores, unifamiliares, heteronormativos, religiosos y mojigatos... esas cosas no las entiendo.
Pero hay otro sexo que sí me interesa: el de las otras especies que tienen maneras variopintas de seducirse y de acercarse.... Como las serpientes que bailan de pie, o las aves que se pasan la vida construyendo sofisticados nidos para atraer pareja aunque el acto en sí no dure más que unos pocos segundos.
Si es para mirar, prefiero ese otro erotismo que es tan extraño, el de las otras especies que se relacionan de maneras diversas, lejos de morales y fantasías.
Recuerdo, por ejemplo, la escena erótica más linda que he visto en la vida: Iba ya por la mitad de la película 'Microcosmos, la gente de la hierba' que muestra en 75 minutos la vida de los insectos de un jardín en Francia, cuando las cámaras hicieron un primerísimo plano de dos caracoles recorriéndose, acercándose y tocándose entre humedades. Era erotismo puro, una escena de seducción genuina, que fue posible con un simple cambio de mirada o de lente. La película obtuvo varios Cannes.
He tomado muchas fotos de apareamientos diversos... de aves y de otros animales en ese juego de reproducir la vida entre placeres. Algunos científicos dicen que el placer sexual es exclusivo de los humanos. No tengo idea, pero sería capaz de ponerlo en duda, luego de ver demostraciones reales de afecto en otras especies.
Sigo leyendo con interés esa narración de los adolescentes que se vuelven locos ante el que quizás haya sido uno de sus primeros desnudos. Pero me interesa mucho más su mirada curiosa que el objeto que observan... esa exaltación de las hormonas que los lleva a los puños y el detalle de una pelea narrada al mejor estilo de los grandes narradores deportivos, aunque de micrófono solo haya un kilométrico. La primera brazada, el primer golpe, los raponazos por una revista que se abre y se cierra ante la emoción palpitante de los que observan. Los ojos que se hacen enormes ante ese fondo nublado de piernas abiertas, el asombro. Es la mirada del que mira la que interesa, la descripción del que observa, el misterio, el secretismo de la escena, el suspenso ante una profesora que está a punto de descubrir el entuerto y entonces da media vuelta.
La tensión en ese escenario adolescente, mucho más allá de las páginas y las piernas abiertas, me sigue teniendo conectada cada día y en suspenso ante esa fantástica historia por entregas.
Texto y foto: María Clara Valencia.