Las ventanas que se miran
Un poema lanzado a las redes nos conecta en la distancia porque junta nuestras miradas. Los poemas no están confinados porque vuelan.

Con Alfonso nos hemos querido siempre... no nos vemos hace décadas pero llevamos años de amores, desde ese entonces en el que rompimos los nuestros. Nos conocimos en la época de la literatura que se discutía con teorías largas y pesadas en la Universidad. Compartimos lecturas, algunas fiestas y otros tantos paseos. Nos amamos algún tiempo de viajecitos cortos por los alrededores de Bogotá, baños bajo las cascadas y sacos de lana virgen.
Su nombre quedó marcado en mi tesis de literatura, que permanece en los archivos que nadie lee de la universidad, por la paciencia que me tuvo durante los meses que me encerré a analizar 'Cuatro años a bordo de mí mismo', de Eduardo Zalamea Borda. Ahí quedó registrado mi agradecimiento por acompañarme en esos meses a bordo de mí misma en los que intercalaba el trabajo con sus caricias. Luego cada quien siguió camino. Yo pensé que el suyo seguiría la ruta del desorden, los bares y la fiesta, pero terminó haciendo familia reposadamente en un rinconcito campestre cerca de la capital. La que siguió sin parar en ningún nido fui yo.
A nosotros nos unen las palabras y el cariño, siempre lo han hecho aunque sigan corriendo los años sin vernos. He hecho seguimiento de su historia al lado de esos hijos que crecen y él ha hecho seguimiento de mi trotamundeo, aunque siempre ha asegurado que lo que he hecho es estar huyendo.... ¿Quién sabe?
Las coronas siguen sirviendo para acercar a la gente, sobre todo a esos que no se ven hace años pero que entre la incertidumbre y el miedo quieren saber del otro con la urgencia del ahora y ante la falta de certezas frente al futuro. Las redes sociales a veces aprietan los lazos para ayudarnos a contener las ansiedades pandémicas.
En estos días él lanzó un poema por sus redes y me pareció que la mirada desde su ventana y la mía podían juntarse, así como nos han juntado siempre nuestras historias conversadas y sus chistes de humor negro, a pesar de que sigamos sumando distancias. Tal vez al final de las coronas, podamos mirarnos de nuevo.
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Escribo para salvar el sol en la ventana
para que nazca un río
de piedras decantadas
en un alma impune
de salarios, aguijones y retardos
me demoro en este azul
aplazo la fingida muerte de los sueños
Es un sino
esperar que siempre haya luz
más allá de mi ventana
Texto: Alfonso Ortega y María Clara Valencia
Foto: María Clara Valencia