Llegan las voces del bosque

05.05.2020

La conexión con la naturaleza que habla y que hoy intenta contarnos que le duele el cuerpo entre las hojas y el agua, está riesgo. 

Vocen que hablan de ese mundo en el que se superan los límites de la razón
Vocen que hablan de ese mundo en el que se superan los límites de la razón

Hoy las comunidades indígenas de Colombia en rueda de prensa lanzaron una advertencia: lo que está sucediendo en Colombia es un etnocidio. Sin acceso a servicios de salud suficientes, las comunidades que usualmente viven en sitios apartados, de difícil acceso, temen porque el Covid19 termine eliminándolos. Se reunieron en pantalla autoridades de todo el país para hablar del miedo que tienen y para pedir ayuda.

Pero no se trata solo del Covid19. Con la violencia andando como un fantasma suelto de casa en casa, visitando a quienes han decidido respetar la cuarentena, la amenaza crece por todos los flancos.

Hace unos meses mientras trabajaba en el Putumayo, un líder indígena me contó que dentro de la justicia especial para la paz se tuvo en cuenta un aprendizaje que vino de ellos: "Al enemigo no se le agrede de vuelta, al enemigo se le enseña, desde el amor".

En estos días asistí a una videoconferencia con un taita del Putumayo. Habló de la importancia de las siembras rituales y colectivas para garantizar la seguridad alimentaria, mantener la defensas altas, y poder hacerle frente a las coronas. También habló del esfuerzo de la guardia indígena por proteger los territorios, suspender la entrada de extraños y evitar la propagación del virus. El encuentro terminó con una voz que dijo: "No tenemos la tecnología de Europa, pero tenemos el autocuidado y la solidaridad para cuidar al otro".

Los indígenas llevan mucho tiempo denunciando que los están matando. La violencia, el hambre, las enfermedades, la deforestación... y sin embargo su llamado ha llegado a oídos sordos. Los indígenas se tienen a ellos mismos como comunidad, por eso son tan fuertes. De resto, parece que están solos. 

Mientras estuve en Putumayo me sentí cuidada... Un aprendizaje más de la selva. Es un contexto hostil en el que muchas cosas se quedan en silencio por miedo. Y sin embargo, yo sentí que rodeada de las comunidades estaba protegida. Tuve reuniones diversas con indígenas y campesinos esperanzados en encontrar respuestas para que las cosas sean distintas. Me reuní con hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas interesados en la comunicación, en crear iniciativas para aumentar los lazos de solidaridad y de cuidado. Gente con ganas de trabajar en conjunto para que de nuestros encuentros salieran cosas buenas. Ojalá.

Los enormes gestos de solidaridad que hemos tenido los colombianos en estos tiempos de coronas, demuestran que sí tenemos la capacidad de cooperar. Quizás es eso lo que nos ha permitido sobrevivir a los tantos años de conflicto, aunque la violencia misma hace esfuerzos permanentes por romper las estructuras de comunidad. En el campo uno se da cuenta, de primera mano, de que los lazos, hasta hoy, siguen siendo más fuertes que las balas... pero con tanto líder asesinado, quién sabe por cuánto tiempo.

Los indígenas sienten que los están condenando al exterminio. Durante la Cumbre del Clima de Madrid entrevisté a una lideresa del Cauca. Me estaba hablando de la guerra, del temor que le produce usar en las calles las insignias de la guardia, de las noches que pasa en vela pensado en los riesgos que corren sus hijos... en medio de la entrevista se le quebró la voz. Silencio. El dolor es tan profundo que no se menciona.

Exterminar a las comunidades indígenas... justo antes de regresar a Colombia desde Holanda, me reuní después de 20 años con quien fue mi inspiración para convertirme en periodista. Un belga que me enseñó las primeros pasos del oficio.

Me contó que se había vuelto amigo de algunos Sarayaku, una comunidad de la Amazonia Ecuatoriana que lleva años luchando para expulsar a las petroleras de su territorio. Él ha ido a visitarlos varias veces e incluso tiene un documental sobre ellos, 'El canto de la flor'.

Me contó muchas historias de su relación con los Sarayaku y remató diciendo: "Tuve un cáncer terminal hace años. Me dieron pocos meses de vida. No sé bien qué ha pasado, pero estoy convencido de que gracias a los rituales de los Sarayaku yo sigo con vida". 

En un acto de humildad, tan excepcional para alguien de mentalidad europea, me dijo: "Nosotros los europeos tenemos una mente racional, limitada. No tenemos la capacidad para entender lo que pasa allá porque va mucho más allá de razón, es muy grande. Lo que pasa allá no se puede explicar con las palabras nuestras, pero es real".

Exterminar a los indígenas entre precariedades de salud, destrucción de sus territorios y  violencia, es perder esa relación con el mundo que va mucho más allá de lo racional. Es perder la conexión con una naturaleza que habla y que en medio de nuestro ruido de cifras y contabilización, no hemos sabido escuchar. 

Texto y foto: María Clara Valencia

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