Ruego de espaldas
Carta abierta como un abrecaminos, una tregua, para conversar con calma entre los rumbos que circulan por las vértebras.
Que de bailes he tenido muchos, que de aventuras nunca he parado. Que de vivir aquí y allá, que de ser movimiento y fluir, que de ser agua y paisaje, e historias, tertulias, café y vino tinto he hecho una vida. Eso he sido. He sido disfrute y aprendizaje, también angustia, preguntas, largos llantos, consolación, muchas risas, más preguntas... ¿Cuál de todos ellos se ha quedado instalado en mi espalda? Quién es el habla ahora entre dolores? ¿Quién es el grita proyectando malestares que suben y bajan por los caminos de la columna?
Querida Hernia Discal L5 S1,
Te escribo con nombre y apellido desde una cabeza que ya no sabe bien cómo sostenerse. Te escribo desde las punzadas instaladas cerca de la cintura y desde los dolores acumulados en los cervicales. Te escribo para proponer una tregua.
He querido pegar mi oído a la espalda pero me han prohibido las torciones, quizás por eso no te escucho bien, quizás por eso nuestro diálogo aun es distante y no nos comprendemos. Quizás por eso parece que entre tú y yo todavía hay un camino largo, una columna extensa.
¿Sabes? El camino de mi espalda no viene asfaltado, sube y baja con tropiezos por esos pequeños montículos que son las vértebras ¿Será por eso que te has quedado enquistada a la altura de la cintura? ¿Será por eso que te has convertido en altoparlante que grita entre dolores proyectados?
Afirmo, niego, dudo, voy en figuras de ocho, sigo afirmando, negando... Parezco un manojo de respuestas disparadas al azar en medio de movimientos que en realidad buscan opacar el dolor. Me paso las manos por la nuca... ya no quisiera más mover el cuello como perrito de taxi con la cabeza suplicante de un lado para el otro, cargando esa montaña de nudos, de malestar acumulado. ¿Qué tal si le apostamos a un fluir de bambú?
Quisiera que Espalda y yo nos hagamos amigas de nuevo, aunque llevemos más de 30 años de tensión. Ahora eres nuestra intermediaria. ¿Qué tal una traducción desde el cariño? Yo lamento las malas posturas, lamento las largas horas de oficina sin descanso, lamento tanto peso acumulado... quisiera, de corazón, que nos permitamos conocernos entre caricias y no a los golpes.
Querida Hernia, te pido una tregua, te pido que dejemos de desgastarnos en discusiones y que nos permitamos un camino tranquilo en el que Espalda y yo, contigo en alerta, podamos volver a ser compañeras de viaje. No, ya no aspiro a saltos ni a brincoteos, ya bajé las cascadas entre cuerdas, ya aterricé cientos de veces del columpio de vuelo, ya jugué tenis, ya metí un par de goles... pero el monte sigue ahí y yo sigo aquí para visitarlo y para monitorear sus pasos, si es que mis pasos, aliados contigo que ya estás instalada aquí, lo permiten. También está la música y mis pies, la cadera que reclama compases.
Querida Hernia, te suplico liberar mis piernas, desatar la tensión y permitirles avanzar como los ríos, permitirles transitar por los caminos. Las historias salen de ver el mundo como una aventura y yo he querido hacer de mi vida un aventurar. Si quieres venir conmigo, vamos, si ya estás ahí sin posibilidad de desalojo, te llevo. Pero permíteme ir y venir con la libertad de los pájaros, permíteme seguir el camino que he venido construyendo por años.
Querida Hernia, no botemos al olvido la posibilidad del descubrimiento. Descubrámonos, explorémonos, viajemos juntas al siguiente destino. Hagamos del encierro actual una preparación. Te llevo, pero no me condenes a abandonar el viaje, la movilidad, la conversación y la escritura, la pantalla y las techas con las que pinto palabras. Es lo que sé hacer, lo que me gusta, lo que mantiene mi entusiasmo en la vida.
Querida Hernia, te propongo una tregua... conozcámonos con calma, dialoguemos... Te pido que bajes la voz, que dejes de gritar por esa espalda que retumba y que me deja aturdida e inmóvil entre tanto ruido. He sido de bailes pero el dolor no suena a música, no sé cómo acompasarlo. Igual movámonos, hagamos de esta unión camino, hagamos de la columna ruta y no derrumbe. Demos los primeros pasos con ritmo a ver si aprendemos de esta danza. Si hemos de andar juntas, vamos a conversar.
Texto y foto: María Clara Valencia