Semana Santa sin chontaduro ni maní fresco
El confinamiento modifica hasta las tradiciones más arraigadas. Las misas ahora se oyen, quiéralo o no, con altoparlantes que se prenden cual picó caribeño para que las escuche todo el barrio.

Pasé muchos días de mi infancia en Popayán. Mi mamá, payanesa, salió muy joven de ahí pero nos llevó muchas vacaciones a conocer su tierra y compartir con los primos y los tíos. Fuimos a muchas semanas santas.
Yo recuerdo que a mí las procesiones nunca me gustaron... esa expresión de sufrimiento y la sangre cayendo por el cuerpo de las figuras me parecían aterradoras. Los mismo me pasa en general con las iglesias, sobre todo con las más antiguas. Sin embargo, la semana santa era linda. Era un tiempo de estar con los primos, con los tíos y con amigos; de andar entre tumultos, comer chontaduro, empanadas de pipián y maní en las esquinas justo antes de que saliera a desfilar la tradición. También íbamos a los conciertos y rezábamos mientras las velas se nos derretían en las manos.
Recuerdo que un amigo de la época era uno de los cargueros de la procesión... recuerdo verlo pasar frente a mí, con el dolor de un peso que ya no soportaba más. Estaba rojo y le sobresalían las venas en el cuello. Al final de la procesión nos volvimos a encontrar y él casi no podía caminar. Sin embargo, siguió cargando y repitió la tradición y el martirio año tras año. No sé si aún lo hace y si por estos días estará extrañando el peso.
En ese entonces la gente se vestía de negro solemne el viernes santo y decían que si uno iba a rumbear, seguro se encontraba al diablo en la pista de baile... años después ya se hablaba de la parranda santa.
Este año los tumultos fueron cancelados y también el trasegar de los pasos de la procesión. Mi mamá anda nostálgica. Ya tenía tiquetes y todo listo para vivir la semana santa cerca al barrio en el que vivió los últimos años, por la Ermita. Cada vez que mencionan Popayán en la televisión, en mi casa se hace un silencio respetuoso. Mi mamá a veces se seca algunas lágrimas. Igual, ha seguido las liturgias y sermones por televisión.
Es tiempo de recogimiento. Por fe, muchos, pero casi todos por obligación estamos recogidos. Es un buen momento de orar para los que oran; un buen momento de hacer silencio y reflexionar, para quienes lo hacemos. El Papa Francisco reza en solitario desde el Vaticano, ojalá lo escuchen.
Texto y foto: María Clara Valencia.