Soñar un cuento distinto
Las palabras viajan en las noches y se convierten en imágenes, en películas nocturnas, a color o entre sombras de pesadilla.
Las palabras... escogerlas es importante. Escribir un diario es pensar permanentemente en ellas, escoger la adecuadas, oprimir el teclado, borrar, reescribir. Desde hace unos días cuando recolecté las palabras que los amigos le dan a este momento me he quedado pensando en ellas, porque creo que las que elijamos van a determinar la manera como vivamos este momento. Así, aunque todos acumulemos angustia, miedo, incertidumbre, elegir otras como aprendizaje, silencio o consciencia, abre caminos distintos.
He sido una mujer de palabras, por eso estudié literatura y me dediqué al periodismo escrito. Las palabras, ligadas a nuestro pensamiento y a nuestra forma de actuar, también tienen que ver con nuestra visión del mundo... podemos convertirlo en pesadilla o sueño... Eso lo supe hace más de dos décadas cuando empecé a escribir y contar cuentos para niños.
Corría el año 2000, o bien pudo haber sido 1.999. Colombia estaba saturada de violencia. Los urbanos estábamos arrinconados en las ciudades temerosos de salir al campo. Había secuestros por todas partes y recorrer las carreteras del país, cuando uno se atrevía, era desolador porque las vías estaban vacías y esas frutas tan vistosas y apetitosas que se ven por las orillas, habían desaparecido. Veníamos de los años de Pablo Escobar y de sus bombas, y seguíamos convertidos en temor puro. Vivíamos entre secuestros, enfrentamientos armados, desplazamientos masivos y masacres.
Fui a la Feria del Libro y me acerqué al pabellón Rafael Pombo donde se organizaban distintas actividades para niños. Ahí conocí un diseñador, era ecuatoriano, lo recuerdo. Lo había contratado la Fundación para distraer a los pequeños mientras los papás recorrían estantes y ojeaban páginas.
A él se le ocurrió pedirles dibujar sus sueños. Sacó cartulinas y colores, y se pusieron a la tarea. El taller lo repitió varias veces todos los días mientras duró la feria. Cuando yo lo conocí estaba aterrado, casi al borde de las lágrimas: Todos los niños, sin excepción, habían dibujado la violencia. Uno de ellos, me mostró, coloreó el fondo de negro y pintó unos monstruos de la muerte que venían en helicóptero a matarlo a él y a su familia.
Quienes iban a la feria eran usualmente niños de ciudad que no tenían contacto directo con esa guerra atroz, pero estaban creciendo viendo la televisión al lado de sus padres y presenciando las conversaciones del miedo. Eran niños de la ciudad con la violencia metida en la cabeza y en los sueños. "Yo esperaba que pintaran montañas con ríos y arcoiris como cualquier niño", me dijo mientras me mostraba los pliegos coloreados de guerra.
Nunca más volví a ver a ese diseñador, pero la idea de la violencia inserta entre los sueños me quedó rondando en la cabeza... así empecé a escribir cuentos para niños.
El primero relataba cómo había sido creado el fuego en una rotonda de artistas. Luego vinieron otros que hablaban del esfuerzo, del compartir, de la amistad. Mi idea era que los niños y niñas pudieran tener imaginarios distintos a esa realidad nuestra. Mi idea era que otros paisajes se tomaran sus sueños.
Conté cuentos para niños varios años. Visité varias escuelas apartadas, fui a fiestas infantiles y a parques de diversión. Todavía lo hago a veces, cuando me invitan.
Dos décadas después, la violencia en el país no ha parado, aunque ha tomado dimensiones distintas y se ha vuelto a resguardar en las montañas y en los pueblos distantes. Y aunque de vez en cuando la televisión regresa a los asesinatos de líderes sociales que según leí hoy ya suman más de 80 solo este año, hoy en la pantalla se concentran otros miedos.
Los niños siguen viendo noticieros y a través de ellos la muerte que por estos días acecha otra vez con fuerza. También oyen las conversaciones familiares, los conteos de infectados, los riesgos de tocar cualquier cosa, de toser, de estornudar, de acercarse. ¿Qué estarán soñando los niños por estos días?
Si el pabellón Rafael Pombo de la Feria del libro, que por ahora es virtual, volviera a hacer esa actividad de pintar los sueños ¿Qué contarían los dibujos? Me pregunto. Creo que es momento de escribir otro cuento.
Texto y foto: María Clara Valencia